.
Le juró que aunque se hicieran viejas,
nada más que
un amasijo de recuerdos,
lucharía por romper la barrera del grito
y del quebranto.
Le besaría hasta devolverle el aire
y descontaminarlo.
Lamería hasta sus amarguras,
para volatilizar la ira
[más pura.
[más pura.
Invocaría tormentas espirituales
que hicieran estallar los repetidores
y revocaran dogmas
que creía inmutables.
Sería, con su permiso,
una revolución
permanente e invariable
en el resto de su vida, sería
el precipicio
en el quicio
de su alma.
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