viernes, 26 de diciembre de 2014

Descalabro.

Con delicada brutalidad
detona en su pecho las palabras justas,
llenando de grietas su aliento.

Los bichos, chirriantes, se cuelan por las brechas
blanqueando el destierro,
endiosados en el néctar descompuesto.

En un ademán tiránico
le astilla las costillas
sin alboroto,
sin disfrazar la aversión,
rechinando los colmillos de placer
como los lobos de lluvia
que merodean en manada, salivando por acabar
a dentelladas lentas
con los despojos del desastrado.

Velma,
orgullosa de haber desmembrado con su lengua,
sin rocas,
sin aceros,
al ser que quiso permanecer a su lado a pesar
de todos sus defectos,
guardará orgullosa las tibias
como reliquias de su fortuna torcida,
de la malquerencia lujuriosa,
germen del descalabro.

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