Revolver recuerdos. No ha
sido tan malo como esperaba. "Nunca vuelvas a un lugar en el que
hayas sido feliz", dicen. Quizás por eso no haya sido tan duro; por lo relativo del término, porque aún no he sido capaz de catalogar aquel tiempo. Si, hubo ráfagas,
lagunas de felicidad, pero todo envuelto en una nebulosa de
melancolía un tanto extraña, como una dimensión espacio-temporal
adulterada.
Y ahora de vuelta. De
vuelta con una imagen de conjunto más clara, sin planes pero con
otro mapa, remendado y ampliado. Sola, pero de otra forma. Con
seguridad más fuerte, más grande, más enraizada al núcleo de eso
que nos hace sentir seguros y un poco menos desamparados.
Este era un viaje con
un solo billete, por cosas del destino y por necesidades del
alma: pasear la soledad por otras calles, redescubrirlas y redefinir
ciudades y puntos ciegos de una misma, que es a menudo tan opaca en
el espejo.
A veces una huida a tiempo en vez de
quitarnos el aliento, nos lo devuelve. Supongo que eso es lo que
estoy intentando: volver a respirar sin la sensación de que el
tiempo y el oxígeno se agotan, de que los puentes se están
derrumbando a medida que el amor, el propio y el de los demás, se
resquebraja. Y es que hay una cuenta atrás, un número limitado de
oportunidades para vencer a nuestros respectivos monstruos. La
partida cada vez es más rápida y cada vez menos voces corean
nuestros nombres. Es aterrador ver como se va deshilachando la red
cuando aún estas en medio del salto. Es aterrador el desamparo. Y
la impotencia de no poder frenar el sufrimiento de los que te dan
aliento.
Es como si desplazándote en el espacio
escaparas del tiempo, te escabulleras por uno de sus huecos y así
interrumpieras la cuenta atrás. Es una ilusión maravillosa, aunque
solo exista en nuestra mente, aunque al retornar al punto de partida
el peso del tiempo recobre toda su fuerza arrollándote de nuevo.
Pero esa huida, esa bocanada de aire en
el medio del mar, es lo que te permite resistir la embestida.
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