Pienso a menudo
en las ausencias,
los huecos que el tiempo
nos va horadando.
Pienso demasiado
en el desamparo
y en esta sensación de orfandad
anticipada y oscura.
Retrocedo a tientas,
camino veinte años,
me abrazo,
me encojo,
hablo otra vez con los muertos,
como cuando era niña,
y les interrogo.
Nadie, como cuando era niña, responde.
Me invento de nuevo las respuestas,
ruego,
enciendo velas
aunque no sepa si les van a alumbrar.
Me vuelve a doler
el desconsuelo sordo,
soterrado,
por la finitud de todo(s).
Me vuelvo a abrazar.
Presiono la herida.
Enciendo velas
aunque iluminen solo
mi oscuridad.
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