En un hueco
muy pequeño
se esconde la mirada
de la humanidad.
Se esconde de ministros
y toreros,
de tanques y titiriteros.
Por ella aún luchan
tropas de pintores,
hordas de poetas,
una armada de escultores
que dan valor y sentido
a tanta sangre derramada,
a vidas inacabadas,
a la vergüenza más arcaica.
Me temo que hacerse mayor
sea acostumbrarse
a esta rabia estancada,
resignarse a ver la dignidad pisoteada
todas las mañanas.
todas las mañanas.
Es crecer o hacerse grito,
echar sal a la vergüenza del verdugo,
y no profanar los ecos que se desangraron
para que otros pudieran resonar.
Por los fusilados, los caídos, los marcados,
hay que seguir luchando.
Hay que empezar a luchar.
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