Dio con sus huesos
barnizados de sal
en un barco sin bandera
cargado de flores
y sake.
Todo olía
a cerezo
y a tormenta,
todo era
extranjero
sin dejar de ser familiar.
Se preguntaba
cómo distinguiría el otoño en el mar
sin hojas que lo cubriesen todo,
porque allí el azul es todas
y cada una
de las estaciones del año.
El rojo es la vida
desparramándose
sobre la cubierta de un barco.
El mundo es una mentira
muy lejos y muy fuerte,
una burla a la soledad
en la inmensidad líquida.
No hay paraguas,
ni familia ni librerías.
La añoranza flota naufraga,
las mentiras se ahogan,
y las verdades quedan a la deriva,
frente a la costa
sin que nadie les haga mucho caso.
Todo lo que decía
le sonaba a confesión.
Todo lo que escuchaba
a lección de Sócrates o Platón.
Rodeadx de agua
no perdió el gusto por la lluvia
ni el silencio,
aunque algunas noches,
en sus pesadillas
sus manos se hacían tierra,
sus pies acababan siendo barro
y el océano
[un lodazal.
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